Las llaves ajustables se usan en un sinnúmero de aplicaciones industriales, comerciales y domésticas, y son imprescindibles en todo taller o caja de herramientas. Su función es realizar movimientos manuales de torsión para aflojar o ajustar tuercas, pernos, bulones, tornillos y superficies cilíndricas de diverso tipo.
Al parecer la primera llave ajustable fue diseñada a mediados del siglo XIX en Inglaterra por el inventor Richard Clyburn; de ahí la gran tendencia a llamarlas genéricamente “llave inglesa”. Lo que no queda claro, puesto que no hay ningún origen al respecto, es la razón por la cual esta herramienta también se conoce como “llave francesa”.
Presentan dos caras o mordazas paralelas y lisas, desplazadas en un ángulo de 15 grados con relación al mango, por lo que pueden usarse en espacios reducidos. Una mordaza está fija al cuerpo constitutivo del mango y la otra mordaza es móvil, permitiendo la apertura y cierre con respecto a la fija. La mordaza móvil está provista de una cremallera dentada a la cual engrana un tornillo helicoidal (tornillo sinfín) que al girarse manualmente modifica la apertura de las caras para adaptarse a diferentes medidas del elemento a girar.
Las llaves inglesas se fabrican generalmente de acero forjado estampado y presentan un recubrimiento de cromo para prevenir la corrosión. Las herramientas de alta calidad suelen fabricarse de aleaciones de cromo-vanadio y en algunos casos incluso de titanio. También se comercializan en versiones de acero inoxidable, así como con los tratamientos y/o accesorios adecuados para cumplir los requisitos correspondientes para herramientas aisladas, antichispa y anticaída.